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Feijóo moviliza el verdadero poder `popular´

Foto del escritor: Onda Local Radio TvOnda Local Radio Tv

Es una evidencia que Pedro Sánchez ha tomado la precautoria medida de activar el modo electoral. Es decir, movilizar toda la maquinaria ante la imprevisibilidad de unas elecciones generales que pueden ser mañana, el mes que viene o el verano próximo. No dependen de él sino de cómo evolucionen los distintos sumarios judiciales que le salpican y los titubeantes comportamientos parlamentarios de sus socios de coalición que le harán casi imposible la aprobación de los Presupuestos Generales. Por eso las percibe cercanas.

Se explican, así, el adelanto habido del Congreso del PSOE, el intento de monopolizar en exclusiva todo el poder territorial del socialismo en base a candidatos sumisos a sus postulados en las celebraciones congresuales autonómicas que se avecinan y, por fin, la activación de esa nueva campaña antifranquista que discurrirá, a lo largo de todo el año y en un centenar de actos, como imagen fija, como infranqueable frontera para situar a cuantos no se sumen a esa nueva evidencia de desconocimiento de nuestra propia historia en el conglomerado de la fachosfera. Días de esperpento y continuado disparate los que se avecinan.

Ante este panorama y quizá descabalgado ya de esa infructífera espera de ver pasar el cadáver de su enemigo, que Alberto Núñez Feijóo lleva largo tiempo aguardando como único mérito para llegar a La Moncloa, el líder popular parece dispuesto por una vez a hacer caso de las voces que cada vez con más insistencia y más abundamiento de sensatos argumentos le recuerdan que es preciso algo más. Que las encuestas son favorables para sus propósitos únicamente en la medida en que a sus propios resultados -claramente menguantes desde marzo del pasado año, donde alcanzó su techo demoscópico- se vería obligado a sumar necesariamente los crecientes de un Vox tan confiable en una posible alianza como un mono de feria con una pistola en la mano.

Tres son, desde su llegada al frente del partido, las mayores objeciones que se perciben en la actuación del hombre llamado a sustituir a un desnortado Pablo Casado y frente a quien la elección del vecino de Os Peares se erigía como urgente tabla de salvación.

Es la primera de ellas la de no haber optado -salvo muy contadas excepciones: el equipo gallego, Cayetana Álvarez de Toledo, Esther Muñoz y poco más- por un equipo propio de valía contrastada, novedoso y con el arrojo necesario para la batalla que se presentaba, capaz de devolver la ilusión a una desencantada militancia. Es más, incapaz como se muestra de frenar las salidas de pata de banco de los Hernando, Maroto o Arenas de turno que tan nefastamente remiten a la carcucia de tiempos pasados. ¿Es entendible que con lo que acaba de pasar en la alcaldía de Jaén Elías Bendodo, el de la cuota andaluza en la ejecutiva popular, nos salga con la obviedad de que el fiscal General borró pruebas y deje pasar la desvergonzada compra de la alcaldía jerezana? ¿Quién les fija el argumentario?

Obsesionados por la que intuían proximidad de una presidencia que les vendría como fruto maduro, toda la estrategia de los populares se centró en apurar la maduración de dicha fruta con persistentes ataques ad hominem –pero incapaces de articular un rotundo “váyase, señor González”, tratando de pescar en el revuelto socialismo, sumándose incluso con propuestas legislativas que orbitaban en la misma línea (conciliación, jornada laboral, asistencia al congreso ugetista…). Es decir, seguir en el mismo plano inclinado a la izquierda que con tanta razón como improductivo resultado le recuerda Álvarez de Toledo una y otra vez.

Por fin, y como tercera rémora que actúa en contra de sus legítimas ansias políticas, hay que señalar la incapacidad para activar en beneficio del partido a nivel nacional el gran capital de poder democrático acumulado tras las elecciones autonómicas y municipales de 2023, a partir de las que el PP gobierna a una gran mayoría de ciudadanos en las políticas más inmediatas, las propias de las autonomías o los ayuntamientos. Incluso con sus supuestamente más fieles bomberos pisándose la manguera, como Moreno Bonilla hizo, inexplicablemente, con las míseras subvenciones que el Gobierno central otorgaba a Galicia en la AP-9, cuarenta años después del AVE y las autopistas que el PSOE llevó a Andalucía marginando al Noroeste español.

Ahora, al fin, Núñez Feijóo parece decidido a mover ficha y a tal efecto se reunirá el fin de semana próximo, en Asturias (sic?), con los barones de su formación. Es decir, con aquellos que realmente detectan ahora mismo el poder `popular´ en el Estado. Una inconmensurable fuerza sólo en la medida en la que les invite a realizar -y exteriorizarlo- políticas comunes de defensa de la ciudadanía frente a la anarquía legislativa del Gobierno Frankenstein, en volver a motivar el evidente decaimiento del fervor mostrado otrora por los barones hacia su líder y del que únicamente Isabel Díaz Ayuso hace continuada y repetitiva proclama y, en la misma medida en que sea capaz de superar la acomplejada posibilidad de tener que gobernar en minoría frente al continuo chantaje de la creciente Vox.

Feijóo experimentó estas reuniones, bien que no con los resultados de su predecesor e inventor Manuel Fraga, en los habituales retiros que hacía con su Gobierno de la Xunta en fechas cuaresmales, tan dadas a la reflexión.

Pero ahora las urgencias apremian y, más que meditaciones, lo que se precisan son soluciones inmediatas que lleguen de una vez a la ciudadanía. La encuesta conocida ayer de Sigma Dos para El Mundo descubre el acierto del camino emprendido por ese disperso poder popular allí donde cuenta con mayoría absoluta. Solo hay que ponerlo, negro sobre blanco, al servicio del aparato del partido. De no acertar, el futuro de la formación -y del Estado- seguirá incierto, con las primeras víctimas que cobrarse. Y, precisamente por ese privilegiado Sur, ya hay gente a la espera.

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